Y entonces, empecé a escribirte un poema. Y escribí una estrofa y otra y otra hasta que había sangre entre mis dedos. Era el poema más largo del mundo. Tenía sus partes feas y sus partes preciosas, como cualquier ser humano. Su parte pesada y liviana, la asonante y la consonante. Tenía más de mil comas, millones de acentos y algún punto y coma. Tenía su lado bueno y el malo escondido por cuidadas elipsis. Tenía todo lo que espero de nuestra historia. Te tenía en mis brazos antes de empezar a escribirlo.
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