Odiaba esos autobuses lanzadera que te llevan a los pies de los aviones, especialmente en días de lluvia. Pronto se percata de que una señora de unos 60 años le lee los ojos de melancolía. Él, que siempre tuvo un instinto especial para reconocer a sus compañeros de viaje, se vuelve de lado y dirige su mirada a los aviones transatlánticos de Air France. Ahora cae, se le ha olvidado coger el periódico.
Se convence a él mismo que es un hombre de nacionalidad plural, concepto que sacó de un libro con forma de advertencia que le regaló un amigo en la ciudad de la que ahora se siente desterrado. Trata de evocar una sonrisa mientras relee las instrucciones de seguridad que ya se sabe de memoria. Juega con sus manos que buscan otras.
Ahora sube el Arthur’s seat y le cuenta sobre la relación entre las gorses y la armada escocesa. Probablemente ella ya conoce la historia, pero escuchará atenta hasta que él decida callarse y acercarse a su mejilla. Y el viento hará lo que siempre hace el viento. Y su ventana tiene vistas al horizonte.